En el corazón del Jardín del Cristo Roto, se despedía el estío bajo las estrellas, con una noche repleta de sabores, sonrisas y música. Los residentes del centro para personas con discapacidad y diversidad funcional, Residencia de Adultos y Adultas Cristo Roto, marcaron el final del verano con una cena especial que recordarán con afecto durante el resto del año.

La velada al aire libre fue el escenario perfecto para resaltar la camaradería y el espíritu comunitario de este lugar de acogida. Desde el Salón de Celebraciones «El Manantial», llegaron exquisitas tapas de chacina ibérica, cuidadosamente distribuidas en bandejas, acompañadas de aceitunas y patatas fritas, sin olvidar los refrescantes refrescos para brindar por los buenos momentos compartidos.

Pero fue «La pizzería de Ñito», emblema gastronómico de Gibraleón, quien robó las palmas con cerca de 25 Pizzas artesanales, ofreciendo una amalgama de sabores que encantó a cada paladar. Variadas y generosas en ingredientes, estas verdaderas obras de arte culinario fueron el estandarte de la comida principal.

Mientras el paladar se regocijaba, el ambiente se llenaba de melodías y ritmo. La música, ese lenguaje universal, invitó a todos los presentes a dejarse llevar por el baile; al son de las notas, los pies se movían casi solos en una danza de felicidad y pertenencia. Y para aquellos quienes la música les inspira otras artes, el karaoke les dio la oportunidad de ser estrellas por la noche, cantando sus canciones favoritas y compartiendo su talento con el resto.

La jornada fue un homenaje a la inclusión, un canto a la alegría de vivir y la importancia de crear momentos inolvidables. Todos, desde los técnicos de la Residencia hasta los cuidadores y el personal de servicio doméstico, merecen un reconocimiento especial por transformar una sencilla cena de despedida en un evento que realzó la calidad humana y el calor de una comunidad unida.

La Residencia Cristo Roto no solo celebró el «fin de verano», sino que demostró una vez más que la verdadera magia reside en los instantes de felicidad compartida, en los detalles que llevan a que cada residente sienta el lugar como su hogar.

Un evento que, sin duda, refuerza la visión del centro de ser más que una residencia, un lugar donde la vida se disfruta en todas sus dimensiones, y donde cada día es una nueva oportunidad para celebrar.

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